13 de marzo de 2013

Palabras y palabros

Y allí estaba, mirándola con sus ojos penetrantes. De sus espejos con reflejos amarillentos no se adivinaba expresión alguna. No la había; no conocía la manera de expresar el sentimiento que erizaba su vello al verla, al observarla. Se quedó así toda la noche, apoyado en el alféizar de la ventana de un tercer piso de la Rue de Nevers, deleitándose con cada forma de su silueta. Todos la miraban, se la rifaban, no había un solo ser en la gran ciudad que no la nombrara. Ella callaba.
Y el felino murió de amor, un amor que la señorita Eiffel no le correspondió.

1 comentario:

  1. Es perfecto.
    Si te la lee un parisin@ se le caen las lágrimas.

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