25 de marzo de 2013

En la 24.

Retales de aquel remoto día, al sol de un agosto peculiar, como cada octavo mes del año en ese norte de verde y carbón.
El mundo parece diferente, se presenta ávido de emociones, caprichoso.
La ciudad no me engulle, no se siente esa presión continua, no hay tentáculos.
Voy de aquí a allá, con ruedas en los pies y gasolina en la sangre.
Giros y más giros, y pesos y semáforos y ráfagas y visiones, visiones del día a día, desde un día a día inusual.
Y las rocas que me envuelven no permiten ver lo malo, sólo el horizonte. Gracias.
Me quedaría allí siempre, mirando al frente. En la 24.
Con piedras (grises, claro) entre los dedos de los pies. Con uñas pintadas.
Y la gente no me importa, ni sus alocadas y encendidas discusiones, ¿sobre qué? Trivialidades. Nada que incumba al mar.
Y el mar los atrapa, y a mí, con encanto, con tentáculos de sal.

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